viernes, 27 de abril de 2018


DERECHO CONSTITUCIONAL CRÍTICO
Abog. Mg.Sc. DAEN. Félix Augusto Marín Soria

1.- ¿Cómo es posible pensar la crítica a partir de la obra de Marx y la Escuela de Frankfut?

En las teorías críticas del derecho existen diversidades, siendo que desde el punto de vista de la filosofía el vocablo crítica se verifica en insignes obras como las de Kant en la “crítica de la razón pura”, “crítica de la razón práctica” y la ”crítica del juicio”, siendo que en ese entorno de pensamiento los objetos son trascendentes, vale decir que se dá valides para todo tiempo, lo que implica teorizar.

Por su lado, en su crítica Karl Marx hace énfasis a los aspectos históricos, siendo que todos los objetos deben de ser historiados, puesto de que las formas jurídicas y políticas no pueden comprenderse por sí mismas, sino que radican en las condiciones de vida, es decir vinculados a la sociedad civil, por ello es que las condiciones históricas explicarán las formas jurídicas y políticas, determinándose que esas condiciones de orden histórico también son condiciones materiales.

En consideración a un antecedente, en primer término es menester mencionar que los estudios de derecho van a tener vinculación en cómo Karl Marx ha comprendido a la crítica, ya que el mismo recurrentemente acude a la noción de crítica, la cual es apoyada por un movimiento denominado Jóvenes Hegelianos de Izquierda cuyo principal representante era precisamente Ferverbach.

Karl Marx en su crítica hace relevancia al aspecto de corte histórico, indicando fundamentalmente que todos los objetos tienen o deben de ser historiados, posición que es también compartida por el autor Engels, así, para Marx las formas jurídicas y políticas no pueden comprenderse por si mismas, sino que radican en las condiciones de vida, es decir que están vinculadas a la sociedad civil, de ese modo se puede afirmar que las condiciones históricas explicarán las formas jurídicas y políticas, siendo que esas condiciones históricas también son condiciones materiales.

En ese entendido, es posible pensar la crítica a partir de la obra de Marx desde la óptica de que todo objeto tiene que ser historiado, vale decir que el aspecto histórico de los objetos es de trascendental importancia para la posición asumida por el autor Marx y es precisamente a partir de ese criterio que se debe de comprender la crítica.

Poe su lado, la escuela de Frankfurt se trata de un Instituto de Investigación Social, en la misma diversos autores han teorizado sobre el positivismo metodológico, el cual siendo complejo trae un problema en la descripción como un simple medio de reproducción sin que exista la transformación, vale decir que el positivismo describe simplemente a los objetos observables, sin que exista en esa actividad transformación, sin embargo ahí se da el inicio de la teoría crítica que busca espacios emancipadores.  

Bajo ese análisis de pensamiento, se debe de tener presente que para Marx con el análisis del trabajo alienado, el plexo vital social de las sociedades de clases queda interpretado y cuestionado como un contexto integral de coerción, Marx de hecho desarrolló tal análisis sobre una situación concreta, pues bien, en el capitalismo los medios productivos toman la forma de propiedad privada, mientras que la auto objetivación del obrero en el producto de su trabajo se ve subsumida por el proceso de apropiación privada de la producción social.

En la crítica de Marx la propiedad privada es considerada como la cápsula en la que permanecen cautivas las fuerzas esenciales sustraídas al hombre, como el punto oscuro en el que se concentra el oscurecimiento del mundo o como el nudo en el que están atados todos los hilos de la corrupción del mundo, de ese modo, la teoría marxista es una de las primeras en tomar la palabra en términos económicos, y es por ello que investiga el sistema capitalista bajo el aspecto de una crítica de la economía política, siendo que el concepto de crítica salta de forma inicial.

Bajo esa comprensión, para Marx las dificultades con que tropezaba una adecuada concepción de la crítica provenían no de las ciencias positivas, sino de las falsas concepciones de la filosofía de su tiempo, de ese modo, se tiene que los filósofos se sumergían en meditaciones abstractas, mientras que la ciencia de la naturaleza era un ejemplo paradigmático que a menudo demostraba su verdad, así, un concepto adecuado de crítica requería que justificara su carácter científico frente a la filosofía, de ahí que la crítica de la economía política, se deje inspirar –o se pretenda inspirada– por los medios de la ciencia.

Con ello, establecemos la concepción de la teoría crítica según la escuela de Frankfut, expresando que se aplica en la filosofía para designar a la doctrina de una forma tradicional representada principalmente por: Theodor Adorno, Walter Benjamin, Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, Oskar Negt o Hermann Schweppenhäuser, Erich Fromm, Albrecht Wellmer y Axel Honneth entre otros, que se dá en un panorama en el que el proletariado no había producido la revolución como lo había previsto Marx, y por el contrario había fracasado completamente en Alemania, aunque se produjo en contextos agrarios como el de Rusia, con condiciones materiales opuestas a las previstas por Marx, como los países industrializados.

Se destaca que el papel del intelectual de izquierda resulta profundamente cuestionado, pues se veía ante la encrucijada del pensamiento autónomo objetivo, libre de compromisos, y la respuesta a un compromiso social, político, que no comprometiera sus propuestas teóricas a favor de un partido, en ese contexto, los intelectuales de izquierda ven en la integración en un partido, el peligro de transformarse en intelectuales orgánicos.

De ese modo, algunos autores califican a la Escuela como un grupo neomarxista, debido a la marcada tendencia por la crítica que se constituye en teoría y se opone a la teoría tradicional, destacándose que ésta teoría, que adquiere el adjetivo de crítica, tuvo que afirmarse frente a toda una tradición filosófica que había expulsado a Hegel del panorama, aunque también fue influida por sus ideas, al igual que a cambios en las condiciones políticas, económicas y sociales, que repercutieron sobre ella.

La Escuela de Frankfurt se presenta como el espacio de reflexión de un variado grupo de filósofos unidos por intereses teóricos similares, las propuestas teóricas de sus miembros que llegaron a ser muy distintas y en ocasiones divergentes, uniéndose por la reflexión en torno a la razón, la cual, en oposición a la razón instrumental de la teoría tradicional, se constituye en una razón humana, o como dice Adela Cortina, "una razón que pierde todo norte si no hunde sus raíces en el sentimiento, desde la piedad y desde el dolor, desde el ansia de vida feliz y desde el sueño de emancipación, se pone en camino la auténtica razón de Occidente".

¿Por qué hay una distancia ente la teoría crítica y el positivismo metodológico?

Para responder la pregunta, se debe de tomar en cuenta que aproximadamente desde 1950 hasta la muerte de Adorno en 1969 y de Horkheimer en 1973 se llevan a cabo las aportaciones teóricas y metodológicas de la Teoría Crítica, de ese modo, Horkheimer y Adorno entienden al positivismo como la coronación del proyecto de la modernidad, que hundiendo sus raíces en Francis Bacon, se configura en el Iluminismo del siglo XVIII y alcanza, en la figura de Augusto Comte, la cúspide de sus ideales.

Ahora bien, en este marco de reconstrucción histórica, el programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo, expresión por la cual se entiende un proceso irreversible de racionalización de todas las esferas de la vida social que comporta, a la vez, la progresiva funcionalización e instrumentalización de la razón misma; el objetivo fue, desde el principio, liberar a los hombres del miedo, así, en esta dirección, ya no se aspira, señalan los autores de la Dialéctica de la Ilustración, a la felicidad del conocimiento por el conocimiento mismo, a la búsqueda de la verdad, sino a la explotación de la naturaleza, al control y dominio de la naturaleza desencantada.

Horkheimer lleva a cabo una revisión histórica y epistemológica de la génesis de la racionalidad científica moderna, de ese modo, descubre que tanto la Ilustración como la tradición empirista inaugurada por Francis Bacon, son parte de las primeras expresiones de la sociedad burguesa, como correlato del objetivo que la burguesía perseguía como clase social en plena lucha por emanciparse del reinante feudalismo, esas filosofías buscaron lograr una expansión del conocimiento y, en consecuencia, el dominio del hombre sobre la naturaleza, en ese sentido, se produce una separación tajante entre el pensamiento científico del pensamiento filosófico relegando la filosofía a un lugar secundario, como aquella disciplina que busca resolver los problemas que las ciencias no pueden.

Con ello, se produce una separación entre filosofía y ciencias, entre racionalidad crítica y racionalidad instrumental, siendo que éste modelo de investigación dio resultados muy provechosos en el ámbito de las ciencias de la naturaleza, ya que permitió el reconocimiento de regularidades, y consecuentemente, hizo posible la predicción de fenómenos naturales.

Con ello se tiene que el éxito que el método tuvo en el ámbito de ciencias como la física y la biología hizo que los científicos quisieran aplicarlo también al estudio de la sociedad, y es en este punto donde los frankfurtianos encuentran discutible la concepción positivista, mientras que la aplicación del método empírico en la investigación del mundo natural tiene consecuencias fructíferas, los filósofos de la Teoría Crítica sostienen que no sucede lo mismo en la investigación social, ya que la misma está orientada al estudio de una totalidad que no puede ser tratada como mero objeto, en la medida en que el investigador, sus métodos y sus valoraciones forman parte de ella.

Bajo esas consideraciones, una de las principales exigencias metodológicas de la investigación social empírica, en el marco de la concepción positivista, consiste en atenerse a lo dado, así, Heredera de Locke, concibe que la investigación debe comenzar con la idea de la tabula rasa y limitarse al registro de los datos de observación.

En el seno del Positivismo, lo objetivo se entiende, en consecuencia, como lo opuesto a la intromisión de factores subjetivos, sean propios del sujeto psicológico individual o del social. A fin de lograr un grado tal de objetividad que garantice a las investigaciones sociales penetrar en el recinto de las ciencias, en todos los casos se trata de eliminar la subjetividad del investigador. Así, señala Adorno que las investigaciones de este tipo quedan presas de la subjetividad del objeto, en tanto llevan a cabo estudios objetivos pero sobre actitudes y comportamientos subjetivos.

De forma contraria, la tradición crítica concibe que lo dado, los hechos, no son verdaderamente algo último sino algo condicionado, mediado, constitutivamente histórico, por lo tanto, en sus críticas al Positivismo, ni Adorno ni Horkheimer han tratado de minimizar el rol de la investigación empírica en el estudio de la sociedad, han apuntado, por el contrario, a integrarla a otros objetivos de los estudios de la sociedad, pues bien, la idea es que se interrelacione la investigación social con la reflexión teórica; en efecto, vistos como cifras a leer, los hechos sociales exigirán una metodología distinta, una reflexión que logre ver lo que encierran, a esta capacidad de reconocer lo que se condensa en el fenómeno, se llama interpretación.

Por último, se debe tomar en cuenta que a fin de dar cuenta de los distintos momentos que constituyen el objeto de la teoría social, en la tradición crítica se hace lugar a la distinción entre esencia y fenómeno, en su seno, lejos de verse como un resabio metafísico, el concepto de esencia resulta pertinente para aludir a las estructuras sociales objetivas que escapan a los métodos empíricos avalados por el positivismo.

2.- Habermas plantea una relación conceptual necesaria entre autonomía privada y pública, entre soberanía popular y derechos del hombre. Desarrolle esta relación.

Jürgen Habermas, explica hitos de la discusión de la filosofía con diversas disciplinas del análisis social y, lo que es más infrecuente, en ellos se establece un diálogo con corrientes como la filosofía del lenguaje anglosajona o las filosofías postheideggerianas alemanas y francesas, relativamente alejadas del que fue el punto de partida de Habermas, la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt.

Como un intenso discutidor, muestra una alternativa a las corrientes dominantes del sistema jurídico y político de las sociedades democráticas desde su teoría de la acción comunicativa, mostrando cómo las sociedades complejas coordinan las acciones en el nivel normativo por distintos medios –la política, el derecho– y cómo esos medios están constituidos por una tensión estructural entre dos rasgos de las normas: las normas se imponen, en la medida en que son legales, y a la vez valen en tanto que esa legalidad es legítima.

Con el alejamiento del marxismo, los viejos lenguajes políticos, todavía vigentes en los años sesenta, sufrieron un desgaste absoluto en las décadas posteriores, Habermas ha intentado, en sus escritos de los años ochenta y noventa, una reconstrucción de aquellos significados perdidos, desbrozando lo que en ellos hubiera de obsoleto e incorporando nuevos sentidos.

Así, el análisis y reconstrucción de las formas y sistemas de la racionalidad en tanto que social e históricamente constituidos la facticidad de la razón y por otra parte, la articulación de una perspectiva normativa que señale en qué condiciones y por qué es válida una norma de acción, la validez de la razón.

Podemos llamar a estas dos perspectivas el lado hegeliano y el lado kantiano. Acoplar estos dos polos de tensión es problemático, pero quien lo logre se encontrará en una posición firme; las respectivas fortalezas de la mirada hegeliana y la kantiana pueden conjurar las debilidades que cada una de ellas tiene por separado.

La distancia respecto a la visión metafísica de la historia y del presente, es paralela a la distancia frente al polo kantiano que plantea qué debemos hacer y qué razones pueden hacer válida una norma de acción, tampoco en este caso puede el filósofo usurpar el lugar del actor social, no le corresponde formular los principios éticos de los comportamientos humanos, siendo que esas condiciones de racionalidad que la filosofía reconstruye se resumen en la propuesta central de la ética del discurso de Habermas, cuando nos preguntamos qué debemos moralmente hacer, sólo pueden ser válidas aquellas normas y principios de acción que pudieran ser aceptados por todos los afectados por esas normas; esa aceptación, para ser válida a su vez, sólo puede racionalmente realizarse en tanto que todos se sometan al potencial acuerdo racional que valide tales normas tras argumentar discursivamente sus razones.

Si nos tomamos en serio la mirada hegeliana –la racionalidad de las formas de interacción, como interacción y lenguaje–, la inquietud normativa (la mirada kantiana) no puede ya desarrollarse en términos monológicos, en el más preciso lenguaje de Habermas; lo que sea la razón práctica no se puede seguir pensando en términos de la filosofía de la conciencia, determinándose que la ética del discurso no suplanta, pues, a los sujetos morales; reconstruye nuestras intuiciones morales en un tiempo postmetafísico y dialógico, indicando que el acuerdo sobre normas sólo puede realizarse por los afectados por ellas en tanto que participantes de discursos argumentativos sobre tales normas.

El reino moral es un ámbito «democrático» de deliberación y de participación, los intensos debates que la propuesta discursiva ha generado (con Tugendhat, con Apel, con Wellmer, con Rawls) se ubican entre dos tipos de interpretaciones extremas: supuesto ese carácter dialógico de la moralidad,

En ese entendido, el doble movimiento, hegeliano y kantiano, que hemos indicado –que la reconstrucción racional de los procesos sociales no puede realizarse desde ningún tribunal filosófico privilegiado, que la validez moral de los principios de acción se ha de desarrollar discursivamente– constituye el núcleo de la teoría de la acción comunicativa, siendo que la primera perspectiva fue la que Habermas presentó en su Teoría de la acción comunicativa, y la segunda recibió forma en su teoría ética en Conciencia moral y acción comunicativa.

En la ciencia y en la moral, en la justicia y en la vida personal, proponemos a quienes interactúan con nosotros pretensiones de validez (la verdad, la justicia, la autenticidad) y hemos de solventar ante el tribunal de la razón y por el procedimiento de la argumentación y del discurso si son o no aceptables. Esa procedimentalización de la razón refuerza el tono postmetafísico de la propuesta: proceder a darnos razones para hablar del mundo o de nosotros en él es trasladar la idea de racionalidad al ámbito de la comunicación en el lenguaje.

Los dos polos denominados, hegeliano y kantiano, –la reconstrucción racional de los sistemas de acción y su núcleo normativo– enmarcan el tratamiento habermasiano del derecho que se comenta con más detalle en el artículo de Juan Carlos Velasco de este mismo número. Conviene, no obstante, enlazar lo que venimos diciendo con lo que quizá sea el concepto central de la reflexión habermasiana sobre el derecho, una idea que tiene también una estructura tensa.

Las concepciones del derecho como esfera normativa de las interacciones sociales oscilan entre el acento en su dimensión individual –los derechos individuales de los ciudadanos– y el énfasis en las condiciones –sociales, institucionales, e históricas– de su génesis.

Podríamos denominar liberal al primer acento y republicano al segundo. La posición intermedia de Habermas entre el liberalismo individualista y el republicanismo comunitarista podría caracterizarse como un quiasmo: la autonomía privada del ciudadano, materializada en los derechos individuales, es condición de la autonomía pública de todos los ciudadanos, pero esta autonomía pública, como ejercicio conjunto de la fuerza comunicativa y deliberativa, es a su vez condición de aquella autonomía privada.

La autonomía privada y autonomía pública son cooriginarias. De esta manera, Habermas enlaza a Rousseau, al republicanismo cívico, con Kant y la tradición liberal; no podría ser de otra forma si la perspectiva ética ha sido definida como una perspectiva discursiva y si la génesis de la validez normativa de la esfera pública es analizada en términos del modelo de una democracia deliberativa.

En 1992 Habermas publica Facticidad y Validez, una obra central de la teoría política y jurídica contemporánea que tiene por objetivo avanzar hacia una "reconstrucción racional de la autocomprensión de estos órdenes jurídicos modernos"14. Por un lado despliega una poderosa reconstrucción del sistema de los derechos, y una de sus apuestas es plantear una relación conceptual necesaria entre la autonomía privada y la autonomía pública. Pero además, siempre de acuerdo con su labor reconstructiva, postula que el sistema de los derechos exige una institucionalización en el marco de un Estado de derecho, que se caracteriza por situar la legitimidad del poder político en el poder comunicativo construido en instancias informales de la sociedad civil.

3.- ¿Qué características y contradicciones encuentran Gargarella y Negretto en el constitucionalismo latinoamericano contemporáneo?

Bueno, si iniciamos revisando las contradicciones del modelo del constitucionalismo latinoamericano contemporáneo, debemos de mencionar el impacto alcanzado por ciertas reformas procedimentales, referidas a las condiciones de acceso a la justicia por  parte de los sectores con menos recursos de los Estados o lo que en teoría se llegó a denominar la “sala de máquinas” del constitucionalismo que puede reconocer modalidades y búsquedas muy diferentes.

Por su parte se tiene que una constitución no puede ser al mismo tiempo una constitución de la participación popular y una de la concentración del poder, democracia, constitucionalismo latinoamericano, derechos y poder fueron las temáticas contemporáneas del constitucionalismo latinoamericano con el fin de pensar de manera crítica el actual proceso constituyente que vive, la constitución y derechos con el diseñando de la “Sala de Máquinas”, define características y contradicciones que se dan en el constitucionalismo latinoamericano, siendo como ejemplo que tanto en Chile como en el resto de Latinoamérica, el tema de la desconcentración del poder ha sido un asunto poco abordado al momento de pensar y reformar los textos constitucionales, sin reparar en los impactos y contradicciones que esto tiene en las nuevas declaraciones de derecho cada vez más tendientes al fortalecimiento del ámbito social.

Vale decir que se ha constituido en la marca de identidad del constitucionalismo latinoamericano: constituciones extraordinariamente generosas en materia de derechos que mantienen intocada una organización del poder al estilo del siglo XVIII, constituciones basadas en una democracia estrecha, restringida y elitista.

Gargarella usa la metáfora de “la sala de máquinas de la Constitución” refiriéndose al núcleo básico de la organización de poderes al que hay que atender si se quiere pensar en la garantía de los derechos que se impulsan.

Es obvio que una Constitución no puede ser al mismo tiempo una Constitución de la participación popular y una de la concentración del poder. Las dos cosas al mismo tiempo no pueden pasar, cuando la sociedad civil quiere poner en marcha los increíbles derechos participativos que se incorporan a la Constitución reciben sistemáticamente un veto presidencial”. De ahí el llamado de atención que realizaron los organizadores de la actividad respecto a pensar de forma crítica la situación de los derechos humanos, las instituciones estatales y el actual proceso constitucional: “no ha estado presente en la discusión la forma en que la garantía de estos derechos estará reflejada en el diseño de las instituciones estatales”.

Por su lado es menester resaltar que el proceso constituyente chileno adolece precisamente de esa contradicción. Hemos tenido en la fase de los Encuentros Locales Autoconvocados una participación expresiva que fue muy emocionante y generó muchas expectativas, sin embargo no son vinculantes. Y al mismo tiempo esto se contrasta con la fase institucional completamente aislada del proceso que sí es vinculante y que vuelve a ser a puertas cerradas y con los mismos de siempre”.

BIBLIOGRAFÍA REFERENCIAL

Anderson, P., Spectrum. De la derecha a la izquierda en el mundo de las ideas, Akal, Madrid, 2008.

Arendt, H., On Violence, Harcourt, Brace & World, New York, p. 1969.

Benente, M., "El Foucault de Habermas bajo sospecha", en Nómadas. Revista crítica de ciencias sociales y jurídicas, N° 35, 2012.

Benhabib, S., "Toward a Deliberative Model of Democratic Legitimacy", en Banhabib, S. (Ed.), Democracy and Difference, Princeton University Press, Princeton, 1996.

Borges, J.L., "Kafka y sus precursores", en Obras completas. 1923-1972, Emecé, Buenos Aires, 1974.

Elster, J., "Introduction", en Elster, J. (ed.), Deliberative Democracy, Cambridge University Press, Cambridge, 1998.

Habermas, J., "Ética del discurso. Notas sobre un programa de fundamentación", en Conciencia moral y acción comunicativa, Península, Barcelona, 1985.


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